Anneliese Michel quería ser maestra. El magisterio reunía muchos de sus sueños en uno: aprender, conocer el mundo, ayudar a los demás por medio de la enseñanza. Y sobre todo estar rodeada de gente, de sus alumnos y de sus compañeros. Gente con la que reir sin taparse la boca avergonzada. Personas que no tuvieran sus pensamientos encorsetados, medidos por si El Señor los encontraba ofensivo. Alguien que no la sometiera a la duda, a la mancha de la infidelidad de su madre. Su madre, que como su padre pensaba que quería abandonarles. “No puedes irte y disfrutar de lo que no hemos tenido”, parecían decirle. Anneliese no quería dejarles, ni a sus hermanas, ni tampoco a Dios, pero ninguno de ellos les daba pruebas de amor. Puede que, después de todo, la mancha fuera real. Que lo que sentía como frustración y angustia, anidando en su interior, fuera algo merecido. Pero Anneliese no entendía por qué debía padecer.
Anneliese tiene 16 años y algo le ocurre a su cuerpo. Comienza a sufrir terribles sacudidas y adopta posturas imposibles, sin que pueda controlarlo. Josef y Anna, sus padres, la llevan a la Clínica Psiquiátrica Wurzburg. Las pruebas son concluyentes: Anneliese tiene epilepsia. Comienza un ingreso y tratamiento de larga duración que no hace nada por mejorar su estado. De hecho Anneliese empeora: se sume en una profunda depresión y los medicamentos, entre ellos varios psicotrópicos, no contribuyen a su cura. Anneliese empieza a tener visiones diabólicas durante sus continuos rezos.
1970.
El Mundo sufre cambios y convulsiones, pero los de Anneliese son mucho más traumáticos. Anneliese empieza a afirmar que está poseída. Las visiones no remiten, sino que empeoran. Tras su tercera crisis e ingreso se le receta su primer anticonvulsionante. Esta medicación no afecta a sus ataques, pero sí impone un efecto secundario: el cerebro pierde sodio, lo que promueve la abstinencia alimenticia. Tres años de padecimiento y ninguna mejoran convencen a Anneliese de que las medicinas convencionales no le hacen efecto alguno. La joven ha explicado a los doctores que varios demonios la obligan a convulsionarse y a realizar actos horrendos. Anneliese quiere ayuda espiritual, y es ella misma quien pide un exorcismo. El ritual se le es negado, y en su lugar le recetan Periciacina, que eleva el umbral de convulsiones en el sistema nervioso.
Anna y Josef visitan a varios pastores en busca de ayuda. Además de negativas y el consejo de que confíen su hija a los doctores, los padres Anneliese son informados de los requisitos que la Iglesia pide para realizar un exorcismo. Para que el obispo reconozca una Infestatio la persona debe tener aversión a objetos religiosos, demostrar Sansonismo o fuerza desmesurada y padecer xenoglosia , la capacidad de hablar en idiomas que desconoce. Es importante señalar que Anneliese es informada de estos puntos, los síntomas que le faltan para que pueda ser exorcizada.
Anneliese comienza a tomar Tegretol. De acuerdo con las normas básicas de la Psiquiatría actual, la Carbamacepina no puede ser recetada nunca a mujeres en edad de concebir, debido a sus graves efectos sobre los glóbulos rojos. Anneliese tomó esta medicación a diario hasta los días previos a su muerte, en que era incapaz de tragar nada. El Tegretol también baja el nivel de consciencia ante estímulos externos, además de fiebre elevada e hipoxemia, la carencia de oxígeno en la sangre.
Después de supervisar a Anneliese por algún tiempo, el pastor Ernst Alt solicita permiso al obispo de Wurzburg para realizar un exorcismo. La petición fue denegada y pronto le siguió la recomendación de que Anneliese debería vivir un estilo de vida religioso en regla para encontrar paz. Los ataques de Anneliese no remiten, empeoran. La conducta de Anneliese se torna errática y peligrosa: en su hogar de Klingenberg, Anneliese insulta de forma muy cruel (desvelando sus secretos y atacando en sus puntos débiles) a toda su familia, además de golpearles y morderles. Se negaba a ingerir cualquier alimento, ya que afirmaba que demonios no se lo permitían. Anneliese dormía en el suelo de piedra, comía arañas, moscas, carbón y bebía su orina. Anneliese gritaba por toda la casa durante horas, hasta escupir sangre. También rompía crucifijos, destruía cuadros de Jesucristo y lanzaba los rosarios contra las paredes. Anneliese comenzó entonces automutilarse, golpeandose contra las paredes y los muebles. Rasgarse la ropa y orinar en el suelo ya era algo habitual.
Padre Erns Alt.
30 de junio de 1976.
Anneliese padece neumonía. Está demacrada, con fiebre muy alta. Exhausta e incapaz de realizar por si misma las genuflexiones, sus padres la sujetan para que se agache. Anneliese pide absolución a los sacerdotes. Anna graba todo y oye a su hija decirle “Mamá, estoy muy asustada”. Anneliese dijo que a medianoche los demonios la abandonarían, y es en ese momento cuando, con el rostro sereno, se sume en un profundo sueño. Anneliese Michel fallece el 1 de Julio. Al mediodía el pastor Ernst Alt informó a las autoridades de Aschaffenburg. El fiscal comenzó a investigar de inmediato.
Los padres de la chica y los dos exorcistas fueron acusados de homicidio por negligencia. En el juicio que comenzó el 30 de Marzo de 1978, El Caso Klingenberg se decidió en base a dos preguntas: ¿qué causó la muerte de Anneliese y quien fue el responsable? De acuerdo a las pruebas forenses Anneliese murió por malnutrición. Especialistas afirmaron que si los acusados hubieran alimentado a la joven a la fuerza una semana antes de su muerte, la vida de Anneliese hubiera podido salvarse. Una hermana de la chica declaro en el juicio que su hermana no quería que la ingresaran en un hospital mental, donde sería sedada y obligada a comer.
En el juicio el Padre Ernst Alt y sus Asesores.
Once años y medio después de su entierro, el cuerpo de Anneliese fue exhumado y sometido a otra autopsia.
Pese a los rumores contrarios y a la existencia de fotos de la segunda autopsia, nunca reveladas, el cadáver mostraba los signos normales de corrupción. Hay una foto del féretro en la que algunos ven una garra abrazando el ataúd.
Fuentes:
No hay comentarios :
Publicar un comentario