Los tibetanos, por lo general, no entierran a sus muertos.
En el Tibet cuando alguien muere, durante tres días los monjes lamas rezan sus cantos con los pasajes “del libro de los muertos”, ayudando al alma del fallecido a cruzar el “bardo”, estado intermedio que precede a la reencarnación en la rueda de la vida. Una vez concluidos los rezos, los familiares se reúnen en algún lugar de las montañas alejado.
El oficiante del ritual, por lo general un monje (Lama), con un cuchillo muy afilado, corta la carne y los músculos del fallecido antes de dejar que los buitres se abalancen sobre él, para que su labor sea más rápida y sencilla. En breves minutos, todos los tejidos blandos desaparecen y los blancos huesos quedan esparcidos sobre varios metros cuadrados. En ese momento, todos los restos vuelven a ser recogidos y, sobre una roca, con hacha y cuchillo, vuelven a ser triturados y mezclados con una harina llamada “tsampa” y de nuevo es entregada a los buitres, que ésta vez no dejarán absolutamente nada, dando por terminada su función y volviendo a elevarse hasta las nubes.
Fuente: ccoo-chilecomparte.blogspot.com
Bastante impresionante, pero finalmente es algo más sano que como se acaba el ser humano. ;)
ResponderEliminarTienes razón. Otro dato importante pero no menor es que la tierra en el tibet es demasiado dura que en ocasiones se hace imposible cavar un hoyo en un cementerio, para esto disponen de personal para este propósito pero que igualmente sale muy costoso aparte de los costos del funeral. Por esto muchos familiares optan por la tradición, que aunque macabra, para ellos es algo natural.
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