Esa es una buena pregunta, pienso. Y sus cuatro entrevistados se debaten un poco, hablan sobre Dios, el alma y más. Hasta que una de las presentes, una astróloga colombiana, dice: El destino es como cuando tú haces un viaje de una ciudad a otra, hay varias carreteras por dónde llegar, también puedes irte en bicicleta o caminando, detenerte y quedarte en el camino, irte rápido, ir lento… Está escrito que tienes que llegar, pero no el cómo, o las conexiones, a quién encontrarás de por medio, etc.
Buena respuesta, pensé.
Y es parecido a lo que opina el budismo, sabiduría milenaria que tanto ha aportado a la humanidad.
Para tristeza de nuestro ego creo que nosotros no escribimos ese destino.
Y para consuelo del mismo, considero que sí elegimos cómo vivir cada capítulo.
Por eso, podemos tomar una enfermedad como una oportunidad para pedir ayuda o de descansar y dejarnos cuidar; o bien como una desgracia y victimizarnos, e insistir en buscar el medicamento que nos cure instantáneamente sin que el cuerpo haga su proceso de sanación. Y podríamos llenar esta página con múltiples maneras diferentes de tomar lo bueno y lo malo de la vida.
Entonces, ¿podemos cambiar nuestro destino?
Mi experiencia me dice que podemos mover algunos hilos para sonreír más, desenredar nudos, encontrar a gente que nos ayude a desatarlos más rápido, colorearlos; saltar obstáculos, protegernos de ciertos peligros; pero parece que la madeja ya tiene sus hebras y un recorrido propio sin que podamos hacer tanto por modificarlo.
Con el paso del tiempo y las experiencias vividas a muchos de nosotros nos viene la frase a la cabeza :“Las cosas pasan por algo” o la frase “el destino está escrito“. Soy partidaria de que nuestro destino nos lo hacemos y construimos cada día, porque existe el “libre albedrío” y existe, por tanto, siempre la posibilidad de elegir un camino u otro a seguir. Sin embargo creo que las cosas “pasan por algo” porque así deben ser, parece un contrasentido. Pero a continuación intentaremos explicarlo.
Según la angeóloga Rosalía Zabala el fin último de nuestra vida es lograr la purificación de nuestra alma. De esta manera regresaremos una y otra vez a la Tierra a través de diferentes reencarnaciones hasta que alcancemos esa pureza espiritual. Según esto el ser humano deberá “aprender” de sus vivencias y actos. Los errores y los fracasos son necesarios en nuestras vidas para superarnos a nosotros mismos y para ascender espiritualmente como seres humanos.
Durante el complejo acto de vivir nos pasan cosas terribles: muerte de familiares, decepciones, desamores, desilusiones etc.. hay que saber que todas las cosas que se experimentan ,todas las personas que conocemos y todas las circunstancias que nos toca vivir sirven de algún modo para aprender cosas nuevas, para crecer y madurar en espíritu. Y esto último no lo deberíamos olvidar jamás porque es lo que nos dara confianza y seguridad en nosotros mismos para así poder vencer cualquier adversidad que nos sobrevenga por difícil que ésta sea.
La frase “las cosas pasan por algo” significa para muchos que no existe la casualidad, pero si la causalidad. Es decir que en el universo existiría una causa que motiva todas las cosas. Y así todas las cosas tendrían una razón de ser y existir. De esta manera podríamos hablar de “sincronicidades” o coincidencias imposibles con un marcado fin. Aprendamos de ello y analicemos nuestro propio rompecabezas porque en nuestra vida realmente “las cosas pasan por algo”.
Fuentes:
Pues sí, a veces todo parece un contrasentido, y así debe de ser, de la misma forma que tenemos dos hemifesrios cerebrales antagónicos. Aquí está la clave de todo, pero depende de la medida y momento en que usamos uno u otro, o que tengamos uno de los dos muy bloqueado y por tanto no funcione bien. Eso sí, las cosas siempre suceden por algo, nada sucede por simple casualidad. Hablas de un puzle y realmente somos así, un puzle con las piezas desbaratadas y las cuales hemos de montar, para descubrirnos en su totalidad. Un saludo.
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