El síndrome de Cotard, también conocido como delirio de Cotard, síndrome del cadáver ambulante, delirio nihilista o delirio de la negación es una enfermedad muy extraña con trasfondo psicológico donde la persona afectada cree estar muerta, no reacciona a estímulos externos ni a otras personas. También es recurrente la creencia de que sus órganos internos están podridos o pasando por un estado de descomposición.
En el año 1880, una mujer en la mediana edad hacía una visita a un renombrado neurólogo francés, se trataba de Jules Cotard, uno de los médicos investigadores más respetados de Francia. La mujer acudió a él después de haber sido aquejada durante algún tiempo, ella no creía que un médico, por mucho renombre que este tuviera, pudiera ayudarla con su condición.
La mujer esperó con suma paciencia en la sala de espera, la enfermera de la clínica y el acompañante de la dama intentaron guardar la compostura, incluso aquella experimentada enfermera tenía dificultades para mantener la situación bajo control. La mujer no parecía estar enferma. No parecía tener algún problema, excepto una marcada desnutrición y extrema palidez, pero fuera de eso parecía saludable, comparada con los pacientes que llegaban a aquel sitio.
Cuando el Dr. Cotard ingresó a la sala y preguntó cuál era el problema a aquella dama, su asistente y el acompañante cruzaron miradas, pues sabían que repetiría lo que había dicho poco antes:
“Doctor, lo siento mucho, pero creo que estoy más allá de sus conocimientos… cuanto antes el señor comprenda lo que me está sucediendo, mejor. No existe forma alguna para curarme de mi afección, pues ya estoy muerta desde hace días”. Fueron las palabras de la mujer, un argumento perfectamente entendible si tomamos en cuenta la creencia de la mujer de que estaba muerta.
Curiosamente, Cotard ya había escuchado una descripción similar con anterioridad. De hecho, había realizado algunas investigaciones que tenían que ver con este tipo de manifestaciones psicosomáticas y había escrito un artículo sobre ello, un problema que en términos generales llamó “el síndrome del muerto viviente”. El médico descansó sobre el escritorio y solicitó a la mujer, que pasó a llamar Señora X, relatara lo que le estaba sucediendo.
La Señora X estaba convencida de que su cuerpo había muerto. Según su versión, carecía totalmente de órganos como el cerebro, el corazón o el estómago. Dijo no ser nada más que un cuerpo en estado de descomposición que gradualmente se convertiría en una cascara podrida, y que en consecuencia, lo más correcto, sería incinerarla para librarla de su estado natural. También mencionó que no poseía una creencia religiosa definida y que no creía en la existencia de un alma inmortal. En su opinión materialista, su cuerpo aun funcionaba a la perfección, pero eso no pasaba de ser un eco disfrazado de vida. Los pulsos cardiacos y la respiración, la circulación y su locomoción, no eran más que ecos obstinados que se habían quedado, pese a su certeza de que estaba irremediablemente muerta.
Cotard intentó convencer a la Señora X de que estaba en un error, pero la seguridad de la mujer era tal que aun cuando el médico intentaba probar que estaba viva (pinchándola con un alfiler) ella no mostraba una respuesta reflexiva. Si él intentaba impedirle la respiración, ella simplemente caía inconsciente sin luchar por oxígeno. Y lo más preocupante, la Señora X creía que no necesitaba de alimento, ya que era incapaz de procesarlo en su estómago, así que dejó de comer.
El médico intentó tratarla de todas las formas posibles, pero la creencia en su condición de muerta viviente era tanta que al poco tiempo desarrolló una parálisis que la llevó a una completa inmovilidad. Pese a todos los intentos, la Señora X acabo muriendo de inanición meses después de haber llegado al consultorio de Cotard.
El Síndrome de Charles Bonnet.
La “mujer muerta” se alteró bastante y comenzó a suplicarles a sus amigos y familiares que hicieran lo que era correcto en aquellas circunstancias. Mencionó que la negligencia de estos era insoportable y que le debían ofrecer el descanso eterno antes de que se convirtiera en un cadáver putrefacto. A medida que su creencia aumentaba ella se fue volviendo cada vez más impaciente, exigiéndole a todos que la vistieran como una persona muerta. Eventualmente las personas creyeron que sería mejor no contradecirla con el fin de que se tranquilizara. Le colocaron un suéter negro e inmediatamente se tendió en la cama, donde permaneció impasible, como si de verdad estuviera muerta.
Con la esperanza de romper el trance, el médico le suministró opio y una mezcla de hierbas medicinales fortificantes. Eventualmente la mujer terminó por despertar de su estado comatoso ilusorio; pero continuamente volvía a un estado vegetativo en el que creía ser nada más que un “cadáver insepulto”. Durante los periodos en que afirmaba estar muerta, la mujer decía que podía comunicarse con otras personas que eran como ella, es decir, que habían muerto desde hacía muchos años, incluso les preparaba cenas a estos muertos y los recibía en su sala de estar.
En cierta ocasión, ella habría enfrentado a un gran espejo de cristal que adornaba su sala y aterrorizada ordenó histéricamente a los criados que se deshicieran de él. Cuando le preguntaron el motivo de su reacción, su respuesta fue aterradora:
“¿Pero es que no se dan cuenta que estando muerta desde hace tanto tiempo, ahora no soy más que un esqueleto descompuesto?” Pregunto ella. A continuación, todos los espejos y superficies reflejantes fueron retirados de aquella casa.
La condición fue aceptada como una enfermedad autentica por la comunidad psiquiátrica internacional en los albores del siglo XX. Muchos veteranos de la Primera Guerra Mundial presentaban síntomas similares a los del Síndrome de Cotard. La cantidad de antiguos soldados que creían que una parte de su cuerpo se había perdido en la guerra (cuando en realidad no era así) era alarmante. El mal se hizo conocido como “enfermedad de la falsa amputación”.
Aunque se trata de una enfermedad extremadamente rara, todavía permanecen los casos de personas diagnosticadas con delirio nihilista, bajo la creencia de que están realmente muertas. Y desafortunadamente aún se sabe muy poco sobre el síndrome de Cotard. Los investigadores sospechan que la condición puede estar asociada con desordenes de naturaleza bipolar en pacientes jóvenes, de la misma forma, con depresión agravada por la esquizofrenia en personas mayores. Los tratamientos varían enormemente: es común que aquellos que padecen el mal reciban una combinación de drogas antidepresivas y antipsicóticas, aunque la terapia electroconvulsiva también ha mostrado ser muy efectiva en ciertos casos.
Referencias:
Charles Bonnet’s description of Cotard’s delusion and reduplicative paramnesia in an elderly patient (1788)
Förstl H, Beats B. – Jules Cotard (1840-1889): his life and the unique syndrome which bears his name.
Fuente: marcianosmx.com
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