jueves, 27 de febrero de 2014

Instrumentos de Maldad 2: Los Métodos de tortura mas aterradoras de la Historia.



En el principio fueron las ordalías o juicios de Dios. Eran pruebas que, especialmente en la Edad Media occidental, se hacían a los acusados para probar su inocencia. El duelo era un tipo: ofendido y ofensor elegían un representante que luchaba por ellos. El vencedor imponía su derecho. Hacia el 200 después de Cristo tuvo breve auge una curiosa prueba. El acusado debía comer cierta cantidad de pan y de queso. Los jueces retenían que, si era culpable, Dios enviaría a un ángel para apretarle la garganta y que no pudiera tragar.

La prueba del hierro candente, en cambio, fue un clásico. El acusado debía tomar con sus manos un hierro al rojo por cierto tiempo. A veces debía dar siete pasos. Si se quemaba las manos era culpable.

Hacia el siglo XIII las ordalías comenzaron a ser reemplazadas por sistemas de prueba más complejos. La intervención divina cedió ante la humana, por lo cual las reglas debían ser lo más objetivas posible.

Así nació el principio de que la condena debía fundarse en dos testigos oculares inobjetables. Sólo si el acusado confesaba voluntariamente se lo podía condenar sin recurrir a los dos testigos.

La prueba circunstancial no era admitida porque significaba confiar demasiado en el criterio personal de los jueces. Por más que al sospechoso se lo viera huir de la casa de la víctima y se le encontrara una daga con sangre y el botín, si dos testigos no lo habían visto apuñalar a la víctima, no se lo podía condenar.

Pero entonces el sistema sólo era efectivo en delitos flagrantes o con acusados dispuestos a confesar con lo cual los delitos de autor desconocido o con involucrados no dispuestos a hablar hacía caer todo el mecanismo.

La exigencia de los dos testigos oculares no se podía eludir, pero de aceptar una confesión voluntaria a inducir por la fuerza a confesar había un paso.

El derecho de la tortura surgió para regular este proceso de inducción de confesiones. Sólo se podía torturar a personas con altas probabilidades de resultar culpables. La tortura fue permitida cuando había “semiplena prueba” contra el sospechoso. Semiplena prueba significaba tanto un testigo como prueba circunstancial suficiente. Así, la prohibición contra el uso de prueba circunstancial fue superada.

Los juristas medievales consideraban a la confesión bajo tortura como involuntaria y, por eso, inválida, salvo que el acusado la reiterara sin tortura. Si entonces se retractaba, se lo volvía a torturar. La gente confesaba “voluntariamente” antes de ir a los tormentos por primera vez. Nadie quería poner a prueba su capacidad para soportar el dolor.



El aplastapulgares


Ésta es una de las máquinas de tortura más simples y antiguas que existen. El aplastapulgares, como no es difícil imaginar, es un dispositivo de hierro mecanizado que se colocaba en la mano y que la iba mutilando gradualmente. El mismo se podía ir regulando para aplastar y destruir primero las uñas, luego los dedos, los nudillos y si así se deseaba, finalmente la mano entera. Este aparato se le colocaba generalmente a ladrones, la persona no moría pero sufría un dolor supremo en sus manos, el aplastapulgares tenía tres barras de metal dispuestas de forma vertical entre las que se colocan los pulgares, mientras, una madera maciza se desliza hacia abajo por las barras de metal y los dedos son aplastados, mediante un tornillo de metal que aplica cada vez más fuerza.



La picota


La picota se compone de dos placas de metal o madera entrelazadas con 3 orificios: uno para la cabeza y los otros 2 para las manos. Las maderas se ajustaban con un candado y el prisionero colocado allí ya no tiene forma alguna de escapar. Aunque la picota en sí no podía quitarle la vida a la víctima, nuevamente se trataba de un vergonzoso acto público y cuando se colocaba una picota a alguien todo el pueblo era advertido. En el momento, los pueblerinos se burlaban de éste y lo humillaban lanzándole todo lo que quisieran, desde frutas o verduras podridas a animales muertos o materia fecal. De todos modos, en repetidas ocasiones se lanzaban objetos tan contundentes que provocaban heridas mortales o quitaban la vida de la víctima de forma instantánea.



La doncella de hierro


Clásico de clásicos, la doncella de hierro es posiblemente la máquina de tortura más popular que existió y también una de las más aterradoras. La dama o la doncella de hierro consistía en una gran estructura de metal, con rostro de mujer, similar a un sarcófago; ésta estructura era hueca y cabía una persona dentro, pudiéndose colocar en forma vertical. Dentro, la parte frontal tenía 8 grandes, filosas y mortales púas que penetraban fácilmente la carne de quien se colocaba allí. Al colocar a la víctima dentro y cerrar la puerta frontal, otras 13 púas se introducían en la carne. Cada una de ellas se clavaba en un lugar estratégico para que al penetrar a la víctima, ésta se mantuviese con vida, desangrándose dentro lenta y agónicamente hasta la muerte.



La Cigueña.


La cigüeña es un instrumento de tortura en el que no se aprecia a simple vista el dolor que puede causar, puesto que en apariencia su principal función es la de inmovilizar a la víctima. La cigüeña, en sí, es un aparato hecho de hierro que sujetaba al condenado por el cuello, manos y tobillo, y lo sometía a una posición incómoda que provocaba calambres en los músculos rectales y abdominales, y a las pocas horas de todo el cuerpo.
La víctima que estaba sujeta a este instrumento sufría de calambres de diferente magnitud, en este orden: primero en los abdominales y rectales, luego en los pectorales, cervicales y en las extremidades. Al cabo de unas horas, el dolor se volvía insufrible y continuo, sobre todo en abdomen y recto. Mientras se sufrían los terribles dolores el condenado podía ser quemado, mutilado o golpeado.



La araña de Hierro.


Cuando el mal, la tortura y el desprecio por la vida se funden con el sexo y el fetichismo, nada bueno puede salir de allí y si no me crees, te invito a hacer una lectura de las 120 jornadas de Sodoma del terrible Marqués de Sade...En la historia, ciertos artefactos de tortura similares a la araña de hierro son nombrados. Pareciera que los torturadores de la Edad Media hubiesen guardado los castigos más horrorosos para las mujeres, no es noticia que estas instituciones siempre han tenido un especial desprecio por las mujeres, pero los castigos más crueles estaban destinados a las mujeres, especialmente a destruir su feminidad. Éste montón de enfermos tenía un particular fetiche por torturar los senos, los quemaban, les arrancaban los pezones, les clavaban agujas y luego los arrancaban del cuerpo. La araña de hierro se utilizaba para éste último fin: se ataba una mujer a un poste y se le colocaba esta especie de pinza de metal agarrando todo su seno, luego se aplicaba una enorme fuerza y se le arrancaba el seno por completo. El mismo que en un momento los supo amamantar.



El toro de Falaris



Uno de los dispositivos de tortura más populares de todos los tiempos. El toro de Falaris lleva su nombre por Falaris, uno de los más terribles tiranos de Sicilia. Falaris pidió que le construyeran un nuevo y eficaz instrumento para la tortura y el asesinato, siendo Perilous el griego quien no tardó en complacer al tirano. El flamante dispositivo constaba en un enorme toro de bronce puro, dentro del cual cabía una persona. El toro tenía una entrada que sólo podía abrirse desde afuera, unos orificios en la nariz y otros en los ojos de la imagen, dentro se colocaba a la víctima y debajo del toro se hacía una inmensa fogata que quemaba viva a la víctima. El toro se calentaba y se enrojecia, salía humo por los orificios de la nariz y un color rojo brillaba siniestramente en los orificios de los ojos. Según se cree, el primero en caer dentro del toro de Falaris fue Perilous el griego, condenado por el propio Falaris.



La Horquilla del Hereje.


Se colocaba un aro de metal en el cuello del supuesto hereje, como veis tenía una gran barra cuyo extremo terminaba en cuatro pinchos. Al apretarse el colgante los pinchos se clavaban fuertemente en la barbilla impidiendo así poder articular palabra alguna.
Generalmente este instrumento se utilizaba la noche antes de quemar al preso para aumentar así más su suplicio.




La Tortuga.


Se trataba de comprimir o triturar bajo una madera con peso encima al reo.



El garrote Vil.


Método por el cual un punzón de hierro penetraba y rompía las vértebras cervicales al mismo tiempo que empujaba todo el cuello hacia delante aplastando la tráquea contra el collar fijo, matando así por asfixia o por lenta destrucción de la médula espinal.
Fue usado hasta principios del siglo XX en Cataluña y en algunos países latinoamericanos.




La tortura de la rata


¿Qué puede ser tan terrible de algunas ratas ? Bueno, imaginen esto: las manos y los pies atados, y su estómago está cubierto con un recipiente de metal con una en el interior de la rata. El recipiente se calienta lentamente, ya las ratas rasga a través su tracto digestivo escapar.



El Potro Escalera.


Se ataba al reo estirándolo lo más posible sobre una especie de escalera, a continuación se le quemaba con una antorcha el costado y las axilas. Generalmente se morían a causa de la infección de las quemaduras.



El Taburete Sumergible.


Utilizado principalmente en mujeres acusadas de brujería. La silla era sumergida bajo el agua quedando la persona inmovilizada bajo el agua sin poder respirar, el inquisidor decidía cuanto tiempo debía permanecer el torturado o torturada sumergido. El proceso solía repetirse hasta que el torturado moría ahogado o confesaba, caso en el cual se ejecutaba al acusado ahorcándole o en la hoguera más tarde.



La Gota China.


Era un método de tortura psicológica que consistía en inmovilizar a un reo en forma horizontal boca arriba dejándole caer cada 5 segundos sobre su frente una gota de agua fría. Tras varias horas le provocaban daño físico en la piel, aunque la verdadera tortura para la víctima era la locura que le provocaba no poder dormir ni beber, al poco tiempo moría de un paro cardíaco.



El Cinturón de San Erasmo.


Consiste en un collar, cinturón o brazalete provisto de pinchos en la cara interior y que se le pone al reo. Con cada pequeño movimiento (incluso la respiración) el collar araña y hiere la carne. El proceso de tortura es progresivo: en primer lugar, un dolor lacerante. Posteriormente se produce la infección, tras la cual se llega a la putrefacción y tras esta, una gangrena que puede causar la muerte.



La Zarpa de Gato.


El torturado era colgado desnudo y con un instrumento dotado de garfios en la punta y era “rascado”.
Las afiladas uñas de esta zarpa de gato desgarraban la piel y arrancaban tiras de carne, a menudo los garfios penetraban tan hondo que dejaban el hueso a descubierto e incluso podían “rascarlo”. El torturado solía morir desangrado o quedaba inconsciente debido al dolor.




La Flauta de alborotador.


Posiblemente fabricada a base de madera, bronce o hierro, la flauta del alborotador era un instrumento de castigo por faltas menores, y solía ser usado delante la opinión pública. El collar se cerraba por detrás el cuello, y los dedos eran colocados entre la barras de hierro, que eran apretadas por el verdugo a voluntad, llegando a todo tipo de heridas en los dedos, hasta el aplastamiento de carne, huesos y articulaciones.

Esta es la segunda entrega de Instrumentos y métodos de tortura practicas durante la historia, especialmente durante la edad media y la Inquisición.

Sin duda la mente del hombre es fecunda cuando se dedica a crear instrumentos de maldad.

Fuentes:

ojocientifico.com
enigmasylugaresmisteriosos.blogspot.com
taringa.net
tejiendoelmundo.wordpress.com

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