El antropólogo Carlos Sluzki, quien investiga este fenómeno, experimentó en carne propia lo que se conoce en inglés como grief hallucinations (alucinaciones en el luto). El gato de Sluzki se murió pero sigue asediando su campio de visión: Sluzki suele malinterpretar el movimiento de la vida doméstica con la sombra de su mascota. El gato, como si fuera un programa: “se está borrando del mundo en el presente y retrocediendo al mundo agridulce de las memorias de los amados”.
Algunas personas experimentan visitas desconsoladoras, como una madre en Alemania cuya hija murió de una sobredosis de heroina, y quien reaparecía gritando “¡Mamá, Mamá! Hace mucho frío”. Generalmente, sin embargo, estas re-experiencias de los seres queridos reflejan un deseo de reconectar, lo cual explica el hecho de que la intensidad del luto puede predecir el número de alucinaciones placenteras, lo cual también ocurre con la felicidad del matrimonio y la tendencia a tener estas visiones.
Suzuki sugiere que en otras culturas en las que no se distingue tan tajantemente entre “aquí adentro” y “haya afuera” estas experiencias no son inquietantes y son asimiladas a la matriz cultural, incluso como un confort natural.
Bell concluye: “Nuestra percepción está tan ligada a su presencia que cuando no están ahí para llenar el vacío, inconscientemente tendemos a moldear el mundo en lo que hemos vivido tanto tiempo. Incluso la realidad no es rival para nuestro amor”.
Fuente: ciudadparanormal1.blogspot.com
A pesar del estudio que tiene a atribuir una experiencia alucinatoria el hecho de ver alguna entidad o fantasma, existen las pruebas suficientes...incluso bajo supervisión de aparatos de medida...que en ocasiones recibimos visitas de estas entidades ya sean familiares fallecidos, demonios o entidades de otros planos existenciales.
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